viernes, 15 de junio de 2012

10 días de resurrección. El equipo médico de la Clínica Colombia

Vivan la Vida como si estuvieran en el Paraíso. No se lo imaginen: constrúyanlo, compartiendo, viendo a los demás como hermanos, abrazando, lejos de juicios. Siendo testimonio. Dios está siempre con todos nosotros. Tengan Fe.

Así inicio esta nueva entrada. Rindo tributo a quienes me atendieron en la Clínica Colombia, especialmente al equipo de la UCI - Cardio Vascular -hogar sin ventanas, donde no existen el día ni la noche-, mis compañeros en los momentos más duros de toda mi vida. Bueno, el asunto es largo. Veamos: en la UCI de mi corazón, estuvieron del 20 al 25 de noviembre, los doctores Adriana Torres Navas, quien es hasta la fecha mi tratante y la directora de la Orquesta que me rodea en el Programa de Recuperación de Falla Cardíaca: mujer hermosa, ser humano precioso, y aún mejor profesional; Juan Manuel Herrera, cartagenero de alma grande, amigo caribe, entrañable; Fernando Díaz, Pablo Méndez, Víctor Nieto, Andrea del Pilar Martínez, Diego Mauricio Garzón; el gran ser humano que es el Dr. Perdomo, quien no volvió a sentir sus dedos por lo entumidos que quedaron, luego de esos terribles 45 minutos que demoró mi piel en pegarse, después de que me extrajeron el balón de contrapulsación aórtico. "Siete mil de destrosa, por favor". (La boca me quedó con un saborcito maluco...); para el Dr. Vargas y Albert Valencia, mi abrazo fraterno; mi gratitud para las terapistas Martha Ligia Rodríguez, Luz Aminta Niño, Verónica Jiménez, Sindy Johana Daza y Diana Alexandra Kandia; para la psicóloga Mónica Becerra y para Yeimmy Alexandra Rodríguez; mi abrazo sincero para el Dr. Miguel Brecci, médico cardiólogo del octavo piso, cuya sapiencia y calidad humana sobresalen a simple vista.

Dr. Juan Manuel Herrera Gómez
                                             

Aprecio hasta la Eternidad para el Dr. Juan Antonio Baena, quien estuvo a cargo del procedimiento donde me implantaron el enorme marcapasos, mi Rolls Royce, ese escolta que me acompaña desde el sábado 26 de noviembre de 2011. Mi reconocimiento para los doctores Javier Preciado y Fernando Casas, quienes estuvieron al frente de la endoscopia y de la colonoscopia, últimos exámenes a los que fui sometido, los días 28 y 29 de noviembre, que fueron practicados como si en lugar de un paciente, se tratara de un nuevo Lázaro...No sentí nada, gracias a Dios. "Levántate y anda." (Y en esas ando...)

Mención aparte merece el equipo de enfermeras. Empiezo por la jefe Sayda, mi compañía en esas tres noches eternas. ¡Cuánto profesionalismo y cuánta bondad en ese pequeño cuerpo, de enorme corazón y sentido del deber; templo de vida centelleante y brillante inteligencia!; que Dios y la Virgen protejan siempre a las jefes de mañana y tarde; para ellas, mi saludo fraterno.

Mi hermandad, siempre, para las auxiliares, mis amorosas y cuidadosas auxiliares, enfermeras que estuvieron al pie del cañón en  las batallas de esos días de tanta tensión; de esas jornadas de despertarme y darme cuenta que había regresado de la Vida Eterna... De esa semana en que mi FE estuvo por encima de todo. (El Santo Rosario y mi Cristo germánico, las estampitas; mis oraciones de todas las horas. Dios Padre, Jesucristo, la Virgencita bella - mujer de cristal de luz-, san Juan -el apóstol bueno, canciller del Cielo-, san Juan Pablo II, santa Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi...)

Gracias, muchas gracias y mi amor, como hijo de Dios, para Martha Esmeralda Melo, Marthica, la mujer de Guateque, esa boyacense divina, física y espiritualmente, que me bañó y me cuidó con respeto y dignidad; que me observó como un Cristo, lacerado; esa mujer de ojos verdes y tez perfecta, que me escuchó y me dio consuelo. Marthica, tú, la que supo tratarme como un ser humano que volvía de la muerte.

Gracias, Alejandra Nieto, tú, esa mujer con gran sentido del humor, optimista y sonriente, cantante espectacular.

Gracias, Ángela González, tú, la profesional tierna, cuidadosa y atenta. Ojos amables que sonreían en silencio.

Gracias, Diana Arambulo, tú, mujer excelente, servicial, impecable en el desempeño de sus labores. Decente, esencialmente pulcra.

Y claro, para la mujer chispeante, la inagotable Cristina Mejía, de Girardot para el mundo, mis sentimientos de amistad. Bella, con alma, vida y sombrero. Cantante magnífica, parte esencial del coro que animaba la partida de algunos, y nos invitaba a quedarnos en esta Tierra a los otros... ¡Qué linda, Cris!

A ellos, antes de seguir con la narración de lo que fue esa semana de volver, mi corazón resucitado. Dios y la Virgen siempre ahí. Bendiciones, bendiciones, bendiciones.

Cristina y Marthica