lunes, 10 de diciembre de 2012

21 de noviembre de 2011: primer día en la UCI de la CUC.


Después de despertar de esos días divinos de muerte clínica, y de sentarme en la silla para enfermos, - la cual tiene espaldar pero no base, a fin de poder lavar o asear a quien sufre el dolor y el agotamiento general que se da después de un infartazo como el que he sido capaz de aguantar -, es tiempo de compartir con ustedes esos días duros del 20 al 30 noviembre de 2011, en donde me doy cuenta de lo que vivo y tomo las riendas de lo que ha sido mi recuperación, desde el primer segundo, siempre cumpliendo como guerrero espartano lo que me dicen los médicos, y atado desde el fondo de mi alma, a ese Dios Amoroso que conozco...

Lo primero que puedo ver el 21 de noviembre es el techo inmaculado y blanco de mi habitación. El domingo 20 es un día perdido. Sólo sé que el traslado desde la Clínica del Country a la Colombia, según me dicen, fue algo muy parecido a una misión de la NASA, pero no entre los cráteres de la luna, sino de la muy confusa Bogotá... Agradezco la intervención de mi hermano Felipe y del Dr. Rodado, quienes, a modo de MacGyver, tragaron mucha saliva en agudos instantes de riesgo... Ya en la Habitación 115 de la UCI Cardio-Vascular, por un instante abro los ojos ese domingo aciago. Veo formas humanas: son médicos. Se siente la atmósfera de una funeraria.Pasa el día con más pena que gloria...

Lunes 21. Caras conocidas están ahí. Los médicos, ahora en mayor número, y algunas enfermeras están expectantes. Los ojos de mi madre me observan. Quiero ver a Noné, cosa que podré hacer más tarde. Se respira desinfectante por todos lados. El sonido constante de monitores que vigilan el curso de mi corazón aturdido, muy lento, con más ganas que vida, se convierten en la melodía que aprendo a interpretar con rapidez en la nueva dimensión que acaricio con la tranquilidad de un "resucitado".

Respiro con asistencia permanente. Tengo pañales. "Y en un mes llego al cuarto piso", me repito con cierta vergüenza... En dos segundos una ráfaga de pudor me invade. ¿Quién me va a cambiar cuando esté sucio? "Otra vez bebé", repito en silencio. Aparecen los ángeles, vestidos con ropa quirúrgica, huella de su profesionalismo aséptico. Juventud y belleza me rodean. Hasta en eso Dios es bello conmigo. Me devuelve y me abre los ojos en medio de mujeres lindas para que me cuiden... Primero, veo a Alejandra Nieto: suave,  muy consciente de las dificultades que tengo para seguir viviendo, las mismas que empiezo a descubrir en segundos... Latidos irregulares, arritmias leves, torpeza para moverme, brazos y piernas petrificados... ¿Cómo está, don Francisco?, me dice con dulzura infinita. Los doctores me saludan, pero estoy entre gallos y media noche; vale decir, con el alma en el otro toldo: muy ido, golpeado, con cinco kilos de líquidos que se quieren salir de mi cuerpo, organismo que en ese momento pesa la bobadita de 218 libras ... Es una sensación dura: estoy hinchado como un globo aerostático. El reto que se abre ante mis ojos es inmenso: ¡Me tengo que parar de esta cama, a como dé lugar! ¡Ayúdame, Dios mío! Y la seguidilla de preguntas mentales me fusila en el acto: ¿Qué tan violento fue el infarto? ¿Qué me están haciendo? ¿Dónde estoy? ¿A qué y para qué me devolvieron? ¿Cómo estará la agente afuera? Es tan absurdo el momento, que prefiero dejar que siga su curso. Duermo plácidamente. Y me hago en el pañal. Me cago como un chiquitín en medio de un bombardeo de silencios. De lo poco que me acuerdo es del timbrecito que me han puesto en las manos antes de cerrar los ojos. Me incomoda la situación profundamente. No me queda otra que olvidarme del pudor, porque en la práctica, no puedo moverme. Timbro y aparece Aleja... Estoy sucio, le digo. Por favor, excúsenme. Ella sonríe y me recuerda que es su trabajo. Se retira para llamar a sus compañeras de turno. Son 6, todas jóvenes y formadas con esa gracia de las mujeres colombianas... Tienen que llamar a un enfermero hombre, porque estoy pesando una tonelada... Fin de la función: la limpieza de tan escatológica acción se resuelve con suceso. Me mueven como un barco de ultramar, mientras intento agarrarme de las barandas. Lo logro. Quedo exhausto. El impacto es brutal para mí.

Diálogo de Amor: el Paraíso en la Tierra.
                                   
Reconozco el mundo que me rodea. Estoy conectado. Tengo chuzos por doquier: en los brazos y en el pecho. Las piernas son un jumento inamovible. Que Jesucristo me acompañe en este calvario, reflexiono en silencio. Que también esté la Virgen. En el techo de mi habitación aparecen las imágenes de mis compañeros de despertar. Siempre sonrientes Juan Pablo II, Madre Teresa y Gandhi. Sepiados, sus rostros me dan paz. Persiste el ambiente cálido del Cielo en mi habitación...

El sonido de las películas y de las series médicas me acompaña, y se hace sentir: si el monitor emite ruidos agudos, debo respirar, porque hay arritmia; si es bajo, me afano muy poco. ¿Será que me muero esta noche? Catorce horas de oxigenación me esperan como primer trabajo de esta nueva vida. Llega el epílogo del día 21. Se asoma la muerte en los cubículos de mis vecinos... No hay nada más humano que convivir con agonizantes. Morir es nacer a la Eternidad...




sábado, 11 de agosto de 2012

Testimonio en Caracol Radio.

Amigos,  comparto con ustedes el testimonio que di en el programa Hablar por hablar, de Caracol Radio, el día 19 de junio de 2012. Por favor pinchar el link que aparece a continuación, y luego, hacer lo mismo en el link que está en azul, donde dice ir al enlace.

Gracias y que Dios los bendiga.



http://www.caracol.com.co/audio_programas/programas/jun19201%C2%AA-partefrancisco-sufri-dos-infartos-vi-el-tunel-hoy-en-dia-sigo-dando-clases-en-la-universidad-y-soy-un-hombre-nuevo/20120620/programa/495851.aspx?au=1708479

miércoles, 11 de julio de 2012

Siete Principios Básicos


El Amor de Dios es infinito, y se fundamenta en el respeto que Él tiene por cada uno de nosotros, y especialmente, de nuestras acciones, reflejo de nuestro libre albedrío.

Todos somos hijos de Dios, fruto de Su Mano y proyección de Su Amor. Quien hace un aborto o atenta contra la Vida comete un grave error, porque de esta manera atenta contra Dios. 

Todos somos un milagro que camina; somos la Vida, que siempre es divina,  y que en cada persona se hace perfecta día a día.

Como criaturas divinas, todos somos hermanos en Cristo Jesús; nuestros padres son co-creadores, es decir, hermanos que voluntariamente han cedido sus cuerpos para que Dios encarne nuestras vidas como seres humanos.

Todos somos libres y esa libertad es el mayor regalo que Dios nos ha dado: debemos entender que Dios nos Ama porque nos respeta.

La belleza natural es un regalo de Dios (menos cirugías estéticas y más cirugías reconstructivas). Cuidemos el entorno, amemos a los animales y protejamos a las especies vegetales. Ser ecológicos es ser conscientes de nuestra esencia eterna.

El conocimiento profundo es el lenguaje de los corazones.  Mirémonos a los ojos, acariciemos a nuestros seres queridos; por favor, menos tiempo para las cosas materiales, y mucho más tiempo para el espíritu. El silencio es el arte de lo profundo. No olvidemos que es mejor acariciar con el Alma.

Dios nunca nos abandona. No tengan miedo; es tiempo de Fe.

lunes, 9 de julio de 2012

Así viví mi despertar: Habitación 15 - UCI de la Clínica Colombia


El sábado 19 de noviembre de 2011 es una jornada de horror: mis padres, familiares y amigos recibien la triste noticia, por parte del excelente equipo médico que me atiende en la Clínica del Country, de la imposibilidad científica que existe en ese momento, para sacarme adelante, y permitir que mi vida continúe, dado que el aturdimiento cardíaco que padezco, y el pírrico 15% de FEVI que presenta mi corazón, no auguran ningún tipo de esperanza. Esa tarde se decide mi traslado a la Clínica Colombia, por sugerencia de uno de los integrantes del cuerpo médico, que conoce la tecnología y la excelencia de la UCI Cardio Vascular de la Clínica Universitaria de Colsánitas.

Así las cosas, luego de una reunión muy cruda, se toma la decisión conjunta, entre mis padres y los médicos, de autorizar mi traslado la mañana del domingo 20 hacia la UCI especializada. El desarrollo de los acontecimientos parece una película de acción.

Para comenzar, debo decirles que me encuentro conectado a tres torres de aparatos, que incluyen monitores y ayudas para mantenerme con vida: tubo, cánulas, catéteres, marcapasos periférico, respirador artificial, sonda, pañales, agujas, agujas y más agujas... Un Cristo que se dirige a un nuevo Gólgota, es quien sale de la Clínica del Country...

Mi hermano Felipe es el encargado, junto al Dr. Rómulo Rodado, de reconectar todos y cada uno de los aparatos a los que está atada mi vida, a la "ambulancia-ovni" en la que me movilizan. Mucha fuerza mental, oraciones y la Mano de Dios, facilitan las cosas. Efectivamente, el propio Dr. Rodado, asume la responsabilidad de la operación, y personalmente es quien me lleva hasta la UCI de la Clínica Colombia, adonde llego en estado de extrema gravedad.En pocas palabras, mi vida se mantiene artificialmente...

Después de un divertido "trancón" de ascensores, porque hay mucho movimiento en la Clínica esa tarde, ingreso al que será mi hogar durante 5 días: la habitación 15 de la UCI Cardio Vascular, lugar donde se ha dispuesto, con prontitud y calidad, la tecnología precisa para adelantar el tratamiento que requiere el paciente... ¡Tengo un hilito de vida, Dios mío!

A esta habitación llegué muerto; de esta habitación salí vivo.

El pronóstico se mantiene en la más estricta reserva, y las esperanzas se han perdido, pero ocurre lo que sólo Dios puede hacer... Empieza la vida a hacerse sentir: mi corazón es sometido a una nueva carga de medicamentos, y a la vez, se produce un prudente "destete"; vale decir, hay cambio en la formulación, a fin de estimular la reacción del órgano cardíaco, que está totalmente dormido...

Esa tarde, recuerdo haber abierto los ojos por breves segundos. Tengo muy borrosas las imágenes, pero con certeza veo al Dr. Rodado y a los médicos que asumen mi caso, todos del caribe colombiano. No obstante, producto de la violencia del infarto que he logrado resistir, vuelvo a irme. Llega la noche y no sé nada más....

Amanece. Es el lunes 21 de noviembre, y regreso a esta vida, luego de 96 horas de estar conectado a cuanto aparato existe, y de experimentar una larguísima muerte clínica, toda vez que mi organismo, sin el soporte de los equipos, es incapaz de mantenerse con vida. Las decisiones médico-científicas del equipo de la Clínica Colombia dan sus primeros frutos. 

Cuando despierto, reconozco a mi mamá y a los galenos. Confieso que es muy extraña la sensación. Me siento sumamente pesado, como un bloque de concreto que apenas puede reconocer lo mínimo. Entre tanto, me dicen que estoy entubado, que me quede tranquilo, que todo se encuentra bajo control... Muy adormilado, muevo la cabeza y se presenta, como es costumbre en estos casos, una pequeña hemorragia interna en el ojo izquierdo. Total: quedo viendo una nube roja por espacio de una semana.

Es un día de alta tensión para mis seres queridos en la Clínica. Atravesamos horas críticas. O reacciona el corazón, así sea de forma lenta, o me devuelvo a la Casa del Padre. ¡Y reacciona, lentísimamente, el bendito! En la tarde-noche de ese lunes, tengo plena conciencia del lugar donde me hallo, sobre lo delicado de mi situación y sobre lo que acaba de iniciar para mí. El tubo ha sido retirado. 

Así las cosas, agarro las riendas de esta resurrección, e inicio a dar todo de mí. En otras palabras, con disciplina empiezo a  hacer lo que me indican para empezar de nuevo... Una vez entiendo lo que estoy viviendo, el oxígeno se convierte en mi aliado definitivo. Durante 14 horas -calculo que de las 4 de la tarde del lunes 21 hasta las 6 de la mañana del  martes 22- me dedico a respirar lentamente, y recuerdo con cariño la frase que me había dicho mi querido tío Juan Manuel Collins, veintisiete años atrás, mientras paseábamos a uno de los perros que él solía entrenar por esos días, siempre con lujo de detalles y amor infinito, a la vez que conversábamos sobre la esencia del Hinduísmo y la importancia del yoga: "mi chino, la respiración es la vida." 

El tío Juancho.
                                                           

La mañana del martes 22 de noviembre es decisiva. Tengo la suerte de contar con un equipo de enfermeras que se caracteriza por su impactante belleza física y su alto nivel profesional. Además, entablo una relación sencilla, respetuosa y cooperadora de mi parte. En una UCI se respira la muerte, por eso les aseguro que lo más importante es tener Fe y un Dios con quien hablar en el silencio de las horas sin sol ni luna...

¡Qué mujeres lindas las que me atienden! Ese martes, le digo a Martha Esmeralda Melo López, una hermosura de persona, que necesito ir al baño, toda vez que ya me han sido retirados los pañales y la sonda...Han pasado 24 horas de darme cuenta en las que me encuentro...

Que a uno lo cambien en la cama, porque no se puede mover, es algo terriblemente duro. Aprendo que cuando hay enfermedad, el pudor desaparece para darle espacio al más humano respeto. Respeto que recibo y valoro con el alma y el corazón.

Marthica me baña con cuidado, su expresión siempre es solidaria.¡Qué gratitud tan grande hacia esa mujer excepcional!

Una vez termina el refrescante baño con ducha de mano, jabón esterilizado y mucho tiempo de paz y Fe, me acicalo después de seis días de estado crítico. Minutos más tarde, logro sentarme en un sillón, mullido y amable, que recibe mi existencia maltrecha, pero abierta para siempre al Infinito.


viernes, 15 de junio de 2012

10 días de resurrección. El equipo médico de la Clínica Colombia

Vivan la Vida como si estuvieran en el Paraíso. No se lo imaginen: constrúyanlo, compartiendo, viendo a los demás como hermanos, abrazando, lejos de juicios. Siendo testimonio. Dios está siempre con todos nosotros. Tengan Fe.

Así inicio esta nueva entrada. Rindo tributo a quienes me atendieron en la Clínica Colombia, especialmente al equipo de la UCI - Cardio Vascular -hogar sin ventanas, donde no existen el día ni la noche-, mis compañeros en los momentos más duros de toda mi vida. Bueno, el asunto es largo. Veamos: en la UCI de mi corazón, estuvieron del 20 al 25 de noviembre, los doctores Adriana Torres Navas, quien es hasta la fecha mi tratante y la directora de la Orquesta que me rodea en el Programa de Recuperación de Falla Cardíaca: mujer hermosa, ser humano precioso, y aún mejor profesional; Juan Manuel Herrera, cartagenero de alma grande, amigo caribe, entrañable; Fernando Díaz, Pablo Méndez, Víctor Nieto, Andrea del Pilar Martínez, Diego Mauricio Garzón; el gran ser humano que es el Dr. Perdomo, quien no volvió a sentir sus dedos por lo entumidos que quedaron, luego de esos terribles 45 minutos que demoró mi piel en pegarse, después de que me extrajeron el balón de contrapulsación aórtico. "Siete mil de destrosa, por favor". (La boca me quedó con un saborcito maluco...); para el Dr. Vargas y Albert Valencia, mi abrazo fraterno; mi gratitud para las terapistas Martha Ligia Rodríguez, Luz Aminta Niño, Verónica Jiménez, Sindy Johana Daza y Diana Alexandra Kandia; para la psicóloga Mónica Becerra y para Yeimmy Alexandra Rodríguez; mi abrazo sincero para el Dr. Miguel Brecci, médico cardiólogo del octavo piso, cuya sapiencia y calidad humana sobresalen a simple vista.

Dr. Juan Manuel Herrera Gómez
                                             

Aprecio hasta la Eternidad para el Dr. Juan Antonio Baena, quien estuvo a cargo del procedimiento donde me implantaron el enorme marcapasos, mi Rolls Royce, ese escolta que me acompaña desde el sábado 26 de noviembre de 2011. Mi reconocimiento para los doctores Javier Preciado y Fernando Casas, quienes estuvieron al frente de la endoscopia y de la colonoscopia, últimos exámenes a los que fui sometido, los días 28 y 29 de noviembre, que fueron practicados como si en lugar de un paciente, se tratara de un nuevo Lázaro...No sentí nada, gracias a Dios. "Levántate y anda." (Y en esas ando...)

Mención aparte merece el equipo de enfermeras. Empiezo por la jefe Sayda, mi compañía en esas tres noches eternas. ¡Cuánto profesionalismo y cuánta bondad en ese pequeño cuerpo, de enorme corazón y sentido del deber; templo de vida centelleante y brillante inteligencia!; que Dios y la Virgen protejan siempre a las jefes de mañana y tarde; para ellas, mi saludo fraterno.

Mi hermandad, siempre, para las auxiliares, mis amorosas y cuidadosas auxiliares, enfermeras que estuvieron al pie del cañón en  las batallas de esos días de tanta tensión; de esas jornadas de despertarme y darme cuenta que había regresado de la Vida Eterna... De esa semana en que mi FE estuvo por encima de todo. (El Santo Rosario y mi Cristo germánico, las estampitas; mis oraciones de todas las horas. Dios Padre, Jesucristo, la Virgencita bella - mujer de cristal de luz-, san Juan -el apóstol bueno, canciller del Cielo-, san Juan Pablo II, santa Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi...)

Gracias, muchas gracias y mi amor, como hijo de Dios, para Martha Esmeralda Melo, Marthica, la mujer de Guateque, esa boyacense divina, física y espiritualmente, que me bañó y me cuidó con respeto y dignidad; que me observó como un Cristo, lacerado; esa mujer de ojos verdes y tez perfecta, que me escuchó y me dio consuelo. Marthica, tú, la que supo tratarme como un ser humano que volvía de la muerte.

Gracias, Alejandra Nieto, tú, esa mujer con gran sentido del humor, optimista y sonriente, cantante espectacular.

Gracias, Ángela González, tú, la profesional tierna, cuidadosa y atenta. Ojos amables que sonreían en silencio.

Gracias, Diana Arambulo, tú, mujer excelente, servicial, impecable en el desempeño de sus labores. Decente, esencialmente pulcra.

Y claro, para la mujer chispeante, la inagotable Cristina Mejía, de Girardot para el mundo, mis sentimientos de amistad. Bella, con alma, vida y sombrero. Cantante magnífica, parte esencial del coro que animaba la partida de algunos, y nos invitaba a quedarnos en esta Tierra a los otros... ¡Qué linda, Cris!

A ellos, antes de seguir con la narración de lo que fue esa semana de volver, mi corazón resucitado. Dios y la Virgen siempre ahí. Bendiciones, bendiciones, bendiciones.

Cristina y Marthica
                                                       

sábado, 28 de abril de 2012

Mis días en la UCI de la Clínica del Country: la muerte ahí.

El miércoles 16 de noviembre de 2011 termina para mi después de la salida de la primera angioplastia. No recuerdo nada más; quedo en un absoluto blanco.

El jueves 17 arranca con una imagen divertida. Me hallo acostado en una camilla en el cubículo 8 de la Unidad de Cuidados Intensivos - UCI, viendo uno de mis programas favoritos de televisión: "Super Estructuras", magnífica serie transmitida por Discovery channel, que muestra las grandes obras de ingeniería civil que hoy se construyen en el planeta. Mi desayuno es frugal: un jugo de fruta y unas galletas, que regalo de cumpleaños a mi hermano menor.

Vuelve el sueño, me dejo ir, libre y feliz, pues ya he recibido la visita del padre Mauricio Uribe Blanco, mi Decano y amigo, quien me ha confesado y me ha dado la indulgencia plenaria, al mismo tiempo que me impuso sus manos y me administró los santos óleos, en ese templo mariano en el que se convirtió ese inolvidable cubículo 8. Con el tiempo, mi condición cardíaca cada vez se hace más difícil. Pasan las horas y una de las varias arritmias que me atacan, que no ha podido ser controlada del todo, provocará un segundo paro cardíaco -mucho más grave que el primero-, pasadas las seis de la tarde.

Posteriormente, viviré una muerte súbita durante 15 segundos, tiempo en el cual me veo en el rol de cadáver, pues me desdoblo y alcanzo a observar cómo el médico hace todo lo posible para devolverme a la vida. Tres electrochoques son eficazmente administrados. Inmediatamente, soy trasladado al cubículo número 4 dentro de la UCI, que es el lugar de los pacientes que indefectiblemente le entregarán su alma al Creador...

Desdoblarse y tener la posibilidad de ver este tipo de acciones, es algo que no se puede describir: sólo les puedo decir que cuando alguien se da cuenta de algo tan real, como que quien está en la camilla recibiendo la carga es él mismo, la situación es bastante extraña. No alcancé a ver túneles ni nada por el estilo. Sólo el acto médico de resucitación, y de nuevo... adentro del cuerpo. No tuve la oportunidad de experimentar ningún tipo de dolor, pues una gran cantidad de medicamentos y sedantes corre por mi venas en esos momentos.

En términos médicos, me encuentro muy próximo a ser un paciente desahuciado. Me remiten nuevamente a hemodinamia, donde me harán un segundo cateterismo para implantarme un balón de contra pulsación aórtico, a fin de permitirle a mi corazón algo de movimiento. En esas difíciles horas, mi impulso de eyección apenas alcanza un 15%, nivel que equivale a mucho menos del mínimo vital posible. La escasa sangre que bombea mi aturdido corazón apenas llega al cerebro y a las vísceras. Milagrosamente, no se ha fisurado ninguna de las paredes intracardíacas, y mi respuesta neurológica es adecuada. Al finalizar ese terrible jueves, se decreta mi muerte clínica, que se extenderá hasta el lunes 21 de noviembre, ya ingresado en la Clínica Colombia.

La cabeza responsable del equipo de la UCI en el Country, es el Dr. Rómulo Rodado, un barranquillero genial, enorme de cuerpo y de espíritu, que es, desde ese día, amigo para siempre. Las jefes, las auxiliares, el enfermero humano y humilde, que de día y de noche me trataron con dignidad y respeto, merecen mi mayor reconocimiento. Dos recuerdos que jamás se borrarán de mi memoria: entre el 17 y el 18 de noviembre, cuando pesaba más de 105 kilos - ¡alcancé a pesar 109!, hoy peso 78...- tuvieron que bañarme de noche, porque la neumonía que apareció como complemento perfecto del infarto, elevó mi temperatura gravemente. Me bañaron con agua tibia, en una gran lona que ubicaron en el suelo. No me podían mover por el enorme peso, y por la cantidad de catéteres, tubos y aparatos a los cuales estaba conectado...No obstante, lo hicieron con cariño. Gracias, de todo corazón.

El siguiente recuerdo: la imagen de la Virgen. Nuestra Señora de Guadalupe estuvo velando mi grave enfermedad, pues las enfermeras, jefes y auxiliares de la UCI, seres humanos magníficos, le preguntaron a María Cristina Collins, mi mamá, "que si yo creía en la Virgen..." "¡Pues claro!", respondió; cómo no, si mi relación de vieja data, con la Madre de todos, es conocida por mi familia entera. Bien, ella accedió agradecida, a la idea de poner esa imagen venerable en mi cubículo... Virgencita de mi vida: ¡Tuyo soy! 



Entre el 17 y el 20 de noviembre, días de enorme tensión y riesgo para todos, vivo a Dios y aprendo lo que significa Su Amor. Las noticias son pésimas para mis familiares y amigos: la ciencia no alcanza...¡Valiente nueva!

La mayor parte del tiempo, estoy inconsciente, sedado al 100%. Me desconecto totalmente. Me voy del mundo y, en medio de ese tremendo episodio de salud, conozco la Vida Eterna. Estuve mitad aquí y mitad allá, porque jamás dejé de estar en presencia de Dios, por un lado; ni de dar respuesta a lo que me pedían los médicos, por el otro: "abre los ojos", "mueve los brazos", "mueve los dedos de los pies", "sigue la luz con los ojos", "Francisco, Francisco..."

Demás está mencionar que siempre, cuando tuve los ojos abiertos, vi a alguien de mi familia a mi lado: Papá, mamá, Alejandro, Felipe, Carolina, mis adorados tíos Collins, solidarios y afectuosos; a toda la prole que me vio crecer, los Tamayo de mi corazón en pleno: los hermanos de mi papá, mis primos, la gente que hace parte de mi ADN; así mismo, va mi abrazo agradecido para los Collins Soto -Lucía amorosa, Nohra impecable, Laurita y Julián, apoyando en todo lo que se necesitaba-; para los Collins Riaño -Helena, Andrés, primo, médico y sabio, y Cata, a todas horas ahí-; para los Castro Garcés -Amparito, Inés, Horacio, Luis Guillermo, César y Catalina, siempre pendientes -; para los Tamayo Garcés -Elisa, Fernando, Carolina, Pedro, Patricia y Tita, ellos también viviendo momentos duros-; para mis colegas de producción audiovisual en Video Films, Live, Heat Marketing Emocional y Alliance; y para ese gran equipo de Marketing News; todos, despidiéndose del hijo, del hermano, del sobrino y del amigo que se iba para siempre...Gracias, muchas gracias por su cariño y por su amor; por sus lágrimas, sus plegarias y sufrimientos.

También estuvieron firmes mis hermanos de Emaús: los Neira, Matthias, Juan Carlos, Fonnoll, Mario, Lucas, Santi Botero y el resto de ese combo que el Cielo me regaló en esta Tierra; personas maravillosas que hoy son parte de mis afectos del alma.


Y qué decir de mis sergistas de toda la vida: el padre Uribe, siendo apoyo moral e informando sobre mi evolución al interior de mi amada Universidad; Gloria Patricia, hermana en Cristo y amiga de siempre, con sus oraciones y cariño eternos; Mari Murgueitio, atendiendo a mis estudiantes en medio de la tormenta; profesores como Rafael Gómez, María Ángela de Gómez -muy queridos míos-, Hernando Correa, el Dr. Burgos, los Bulla, Leonor Bonilla Mesa, mi maestra de Literatura; cientos de discípulos que preguntaron en todo momento por mi. La Rengi, Nancy Enciso, tanta gente que no puedo olvidar en las Escuelas de Filosofía, Marketing, Publicidad, Política...Dios les pague.

Mención aparte le dedico a esa mujer que me ha acompañado en la Fe, con Amor, en silencio, aguantando afrentas injustas por más de diez años; la señora que me encontré en el camino, y de la cual no sé a qué horas me enamoré como un caballero medieval: alma gemela, que también es artista y chef, amante consumada y socia en el humor: sonrisa, carcajada, dulzura y abrazo mudo...

Nonecita, gracias por haber estado allí. Por ti, lo sabes bien, por esa petición en medio del llanto y de la solidaridad silenciosa de muchos angelitos que te mandaron de arriba, estoy de vuelta. A esos angelitos, muchas gracias también...

El sábado 19 de noviembre, la ciencia médica se rinde... La junta médica plantea la opción de autorizar mi traslado a la Clínica Colombia o a la Fundación Cardioinfantil. Los equipos y la tecnología de la Clínica del Country son insuficientes. El domingo 20, a las 9 de la mañana, empieza una nueva odisea para todos.

Los días críticos en la Clínica del Country:16 de noviembre.

Una vez en la ambulancia, con calma, miro el techo del vehículo, que presuroso se desplaza por las calles del Lago, conocido sector del norte de la capital de Colombia. Sé que me puedo morir: no tengo mucho más que pensar... Debo comunicarme vía Blackberry con amigos y familiares; eso es lo que hago. Envío mensajes rápidos, donde informo sobre mi dolencia cardíaca. Pasan siete minutos exactos y, como en las películas, se abren las puertas de la sencilla unidad médica en la que me llevan hacia la Clínica del Country. Los muchachos del equipo paramédico son cordiales: jóvenes que no ocultan su preocupación. El trayecto que separa a La Sergio de la clínica es silencioso: no hay sirenas ni nada espectacular. Sólo paz y Fe. El día se presume duro para mí...

Escenas de alerta evidentes son las que se desarrollan en Urgencias. La camilla ingresa veloz, el cuerpo médico de turno me recibe de forma profesional. Se activa un procedimiento rutinario, donde auxiliares, jefes y cuerpo médico se enteran en segundos de mi delicadísima situación. Sólo espero un minuto antes de ser remitido al consultorio número 2. En breve, me indican que debo abrirme la camisa: un electrocardiograma, adelantado con todas las de la ley, arroja pésimos resultados, que dan paso a un ejército de cardiólogos, intensivistas e internistas, comandados por por la doctora Esperanza Martínez, haga su aparición. Soy conducido rápidamente al cuarto de enfermería de Urgencias, lugar donde se muere la gente... Allí hay un completo equipo de resucitación. Entran y salen médicos y enfermeras. Se encuentra la doctora Ferrater, quien habla conmigo amablemente (esta bella médica había sido la profesional encargada de tramitar el ingreso a esta misma clínica, de mi inolvidable abuelita, amorosa amiga, compañera de vida y mancorna, Myriam Garcés de Collins, el viernes 4 de enero de 2008, dos días antes de su encuentro definitivo con el Padre Eterno.) Me inducen, encuentran las venas, las inyecciones empiezan a ser parte de mi día. Soy debidamente preparado para comenzar a recibir medicamentos que permitan estabilizarme.

¿Era día de mi partida definitiva?
                                           

Entre tanto, comienzo a cantar vallenatos y a echar chistes. Un pequeño homenaje a Rafael Escalona y a ese ciego hermoso que se llama Leandro Díaz,  quien todavía ilumina con sus versos primorosos el Valle de Upar, se cristalizan en versiones muy del alma de La casa en el aire y de uno de los poemas más líricos de ese folclor entrañable, que se reproduce con las horas en la provinciaLa diosa coronada. "Señores, voy a contarles hay nuevo encanto en la sabana..."

Sé que me estoy yendo... Le beso las manos a la doctora Martínez y le digo que, como ella, también soy profesor. Las expresiones de los médicos son elocuentes: no necesitan emitir ninguna palabra, la tensión es máxima. Pienso que lo más difícil apenas comienza...Minutos después veo a mi mamá y a mi papá en la puerta de ese cuarto que se ha convertido en un campo de batalla ascéptico contra la muerte. Su palidez es reflejo de la mía. Me ven muerto en vida. El silencio reina. Los dos son minuciosamente informados sobre la evolución del infarto, cuyo pronóstico es reservado.

Me indican que debo descansar, instrucción que cumplo a cabalidad. Media hora después, bastante débil, abro los ojos y veo luces sobre mi cara. Es la lámpara del quirófano de hemodinamia, ubicado en el segundo piso de la clínica. El doctor Alberto Suárez, profesor de profesores, y director de ese departamento, me saluda. Intercambiamos breves palabras; por fortuna, coincidimos en algunas personas conocidas: su sobrino Carlos Alfonso, también médico hemodinamista, es compañero bachiller gimnasiano; Clemencia Sánchez, tía política mía, había trabajado con el Dr. Alberto por espacio de casi dos décadas. Así las cosas, estamos en familia...

La primera angioplastia - de las dos que me serán realizadas -, comienza con una amable advertencia del doctor Suárez: "vas a sentir una pequeña molestia; vamos a hacer un corte en la ingle, para llegar a la arteria femoral, introducir la cámara por ahí y poder ver lo que está pasando..." Efectivamente, mientras escucho las palabras, no se detienen: siento que llegan a mi corazón. Me doy cuenta que la muerte me está llamando. Lo último que alcanzo a oír es la expresión de asombro del galeno: "¡Uy, por Dios! Por favor, muevan hacia arriba, a la izquierda...¡Por Dios: la descendente anterior está totalmente bloqueda...!" En ese instante sufro un paro cardíaco, que no alcanzará el minuto de duración, y me desconecto de este planeta. No hay sonidos, sólo entro en un mundo de paz absoluta. Atravieso las líneas de conciencia, sin alucinaciones ni nada que se le parezca, y una experiencia mística única, de la que me siento honrado y profundamente agradecido con Dios, que será relatada de forma pormenorizada en este blog, se gesta dulcemente.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó. Sólo sé que de ese examen salí con un stent medicado flotando al interior de mi corazón. A la salida, veo a mis padres y hermanos en la puerta, y sólo atinó a decir: "Lo siento, después de diez años de guerra, mi organismo colapsó...No aguanté más..." (Ellos saben a qué guerra me refiero; guerra que para mí ha terminado.)

Cierro mis ojos, estoy muy cansado. Me entrego a mi destino con la paz de Dios en mi corazón. Tengo urgencia de confesarme. Estoy solicitando la presencia de un sacerdote desde que llegué a la Clínica. Pedir perdón es de humanos.






sábado, 7 de abril de 2012

La nueva Pascua: unidos a Jesucristo

Hago un momento de pausa en la narración de la que ha sido mi historia. Es un precioso espacio para dar gracias por tantas bendiciones que he recibido hasta la fecha.

Jesucristo, regalo infinito que Dios Padre nos entrega desde la Eternidad todos los días, ha sido un gran compañero durante mi enfermedad y mi lenta recuperación. Hoy es un día muy importante para la Humanidad, porque es el sábado que antecede a la Pascua del Amor de este veloz 2012.

Mi visión del mundo y de la vida ha cambiado enormemente, pues ya no la elaboro desde la incertidumbre, sino desde esa Verdad Hermosa, que es la Vida Eterna. ¿Para qué tantas peleas, tantos desencuentros, tantas discusiones inútiles? ¿Para qué tanta angustia y envidia cuando la meta es cierta y nos está esperando?

Los invito a pensar en esas horas definitivas que vive la familia humana desde la noche en que Cristo es colocado en el sepulcro. Son horas de silencio profundo. Surge una inquietud común, que mana del corazón de los primeros cristianos. Nada se ve con claridad, porque Jesús, que con Amor se ha hecho Cristo, duerme el sueño de la muerte. Los apóstoles no dejan de plantearse esta pregunta: ¿y ahora qué? Por fortuna, la Virgen María está ahí, firme en su Fe, dando fuerzas desde un principio, ofreciendo con su valor, una oración humilde y magnífica.




Dentro de lo fuerte del episodio, José de Arimatea, hombre acaudalado, ha permitido que el Señor tenga una tumba digna, limpia, nueva; un lugar que guarda el Misterio que a todos nos une como hermanos. El Maestro de Nazaret por fin está en Paz, después de ese viernes terrible que enmarca la dimensión de su ofrenda total. Cristo Es el cordero de Dios, que en la Cruz se transforma en Camino, Verdad y Vida para todas las generaciones por venir. No hay espacio para nada distinto que el Amor.

Lejos de nuestras almas las imágenes de dolor, porque en esa solitaria Cruz, lo que se vive es la fiesta de la certeza; la Cruz es el pase que tiene toda persona humana para entrar al Paraíso, sin distingo de raza, cultura, credo religioso o condición socio-económica. En ese madero sencillo, se nos abren las puertas de la Casa del Padre, un mundo de colores dorado, blanco y sepia, pletórico en dicha, abundancia y pulcritud, donde no hay palabras, porque son los sentimientos, fuente primera del conocimiento profundo, los que fluyen de los corazones de quienes nos esperan.

Se acerca la noche de la Fe, la pesada piedra que tapa la puerta del sepulcro será movida como si fuese de algodón. La moverá el Espíritu Santo, para que Jesucristo, resucitado y vencedor de la muerte, comience a ser parte permanente de nuestras vidas, desde que somos concebidos hasta que entregamos nuestra alma al Padre -si así lo escogemos-, para ese feliz reencuentro en el Mundo de la Vida, con quienes nos han antecedido en ese Camino...

La muerte es bella, porque es la síntesis de nuestra mismidad. Cuando la estamos viviendo, sólo podemos ofrecerle a Dios  lo que somos desde la libertad; libertad que es el sello de nuestra condición humana: imperfecta, divertida, sincera, difícil, versátil y plena de oportunidades desde el espíritu. En todo momento, perfectible; vale decir, que tiende a ser mejor todos los días, si es lo que elegimos.

Muy bien, mis amigos lectores, optimismo, positivismo en todas las horas. Esa es la invitación y el don maravilloso que nos ha entregado Dios a través de la Cruz. Jesucristo, Vivo Siempre, nos está acompañando a diario. De la mano de María Santísima, Madre de todos, avancemos en ese sendero de Amor, que es la vida. El Paraíso nos espera.




lunes, 26 de marzo de 2012

Así fue el infarto.

Bogotá amanece terriblemente fría, con amenaza de lluvia. Es el miércoles dieciséis de noviembre del año dos mil once; son las seis y cuarenta y cinco minutos de la mañana. Me dispongo a tomar un taxi para llegar a dar mi clase de Ética Política en la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, mi Alma Mater. Liderazgo contemporáneo es la temática que estamos desarrollando desde fines de Octubre. La cita con mis estudiantes es a las siete. Minutos antes de salir de mi casa, a eso de las seis y treinta y cinco, tomo un antigripal. La noche ha sido muy corta, el sueño insuficiente...

Contra el tiempo, como es la costumbre cada miércoles, empiezo mi recorrido. A la altura de la calle 100 con Autopista Norte, en la oreja del puente, dirección norte-sur, siento un malestar bastante extraño para mi. Un dolor inexplicable comienza a despertarse con inusitada seriedad. Mis dos brazos se entumecen, el aire me falta y mi pecho se comprime. La sudoración se evidencia: las gotas caen por mi rostro profusamente. Sin duda, entiendo que ese dolor que va en aumento es un infarto. Lo distinto en este caso, es que las dos extremidades superiores son las que avisan; no sólo el brazo izquierdo...

Los síntomas me aterran. Debo pensar rápido. El conductor avanza sobre el puente de la calle 92, justo en el momento en el que se acostumbra decidir qué ruta seguir: ¿nos vamos por la Autopista, rumbo a la calle 82, o tomamos la paralela para desembocar en la carrera 17 y subir hacia el Oriente por la calle 74? No hay tiempo que perder. Le digo al pobre hombre, quien al verme por el espejo retrovisor se pone blanco como un papel que, en ese momento, "no me estoy sintiendo bien." Abro la ventana, y empiezo a respirar con calma. El aire es escaso, pero la tranquilidad que asumo y la Fe que nunca me abandona, me permiten manejar la situación con cabeza fría: lo que me está pasando no es un chiste... Pongo mi corazón y mi vida en las manos de Dios,  me aferro a mi amor de toda la vida: la Virgen María, mi Protectora.


Tomamos la paralela, doy indicaciones precisas para que me deje en la puerta de la Universidad. El taxista y la Providencia me echan una mano, pues no hay tráfico, y en menos de cinco minutos, arribo a mi destino. Son las siete en punto de la mañana. Sesenta metros me separan de la Enfermería de la Universidad. Sin pensarlo dos veces, me bajo del taxi; empiezo a caminar normalmente. Cuando paso frente a la Capilla, me persigno. La jornada no pinta bien para mi. Aún no comprendo cómo, pero logro llegar por mis propios medios a la enfermería. Me reciben con total atención, y lo único que atino a decir es "tengo un infarto." La palidez de mi rostro, los labios oscuros y la expresión de mis ojos, hacen que en un segundo, todo el equipo médico tome cartas en el asunto. Los pacientes que están siendo tratados, son despachados rápidamente: estudiantes jóvenes con males menores (dolores de estómago, cabeza, mareos y cólicos), deberán irse a sus clases de inmediato. En la enfermería se queda un único paciente...

Por gracia de Dios, la doctora Marta Reyes, directora del Departamento Médico, está de turno y me atiende con eficiencia y rapidez. La valoración es minuciosa y de inmediato me empiezan a suministrar oxígeno. Seguidamente, me practica un electrocardiograma básico: efectivamente se confirma mi sospecha. Con prudencia y tacto profesional exquisitos, me indican que lo que me está pasando requiere ser tratado en un centro de primer nivel. Con rigor y buena memoria, respondo las preguntas que me formulan y, de manera simultánea, Gladys, asistente de la doctora, solicita una ambulancia, que en menos de quince minutos ya está estacionada, a escasos metros de la puerta de la enfermería, esperándome.

Dentro de la gravedad de la situación, la doctora Marta me pregunta si deseo ser remitido a la Clínica del Country - ubicada a pocas cuadras de La Sergio - o a la Clínica Colombia. Por obvias razones, escojo la primera opción. (Sin tener ningún conocimiento del tema, esta decisión permitió que el tiempo se convirtiera en oro).

Faltando diez minutos para las ocho, voy rumbo a la clínica, escribiendo mensajes a mis familiares y a mis hermanos de Emaús, a través de mi Blackberry. Dios y la Virgen conmigo. Antes de partir de la Universidad, dos de mis estudiantes, me ven salir en camilla hacia el Country. Con los ojos apagados les informo que ese día no habrá clase. La doctora Reyes, por su parte, remata mi frase con un gesto de profunda preocupación: "niñas, seguramente no habrá clase en mucho tiempo..."

lunes, 12 de marzo de 2012

Un suceso inesperado: mi corazón se aturde...

Clínica Colombia - UCI Cardiovascular. 22 de Noviembre de 2011
                                   

Empezamos a cumplir nuestro compromiso....Esta es la imagen de mi convalecencia en cuidados intensivos. Esencial fue lo que aprendí... Inmensa, la añoranza de Eternidad. Quisiera decirles que hoy tengo mucha ilusión de aprovechar de la mejor manera el tiempo que me queda en este planeta...

Cuando una persona se ha enfrentado a la muerte, le cambia la vida para siempre. Eso me pasó a mi. Hoy, entiendo que esta experiencia es un paso trascendental para comprender el Amor. Deseo con todas mis fuerzas, que los seres humanos que hoy habitamos esta Tierra, asumamos un compromiso sencillo: ver a los demás con cariño, sintiendo que nadie está por encima de ninguna persona; viviendo el amor como lo pidió Jesús de Nazaret; creando vínculos que nos permitan tener espacios de unidad, donde libertad, solidaridad, paz, belleza, responsabilidad, autenticidad, justicia, laboriosidad, amistad, agradecimiento, fidelidad y bondad, todos ellos valores universales, se transformen en realidad humilde de cada día. Porque esa humildad -superior cuando nace del corazón- es, precisamente, nuestra mejor carta de presentación: el verdadero poder de quienes en lugar de estar persiguiendo la "fama y la gloria", ofrecen con sus actos la GRANDEZA.

¿Por qué el Cielo quiere volver?

El pasado 16 de noviembre de 2011 sufrí un infarto agudo al miocardio; posteriormente, entre el 17 y el 20, viví dos paros cardíacos, una muerte súbita de 15 segundos; y fue declarada, por el cuerpo médico, mi muerte clínica. En estas 96 horas, tuve el honor de presenciar la experiencia más espectacular que haya podido imaginar: estuve en el Paraíso. Fui testigo de tres visiones, donde además de aprender principios esenciales, Dios Padre me brindó la oportunidad de volver a vivir. En términos concretos, perdí la mitad de mi capacidad cardíaca y mi corazón quedó severamente lesionado.
Hoy, me encuentro en terapia cardiovascular y hago parte del Programa de Recuperación de Falla Cardíaca. Disciplina en el cumplimiento de nuevos hábitos, una enorme cantidad de medicamentos diarios, dieta rigurosa y muchas ganas de compartir mi experiencia, son el norte que inspira mi nueva vida: un milagro.



Los invito a darle la cara a Dios, apoyados en una actitud más humana, que nazca del alma y del corazón. Esto significa que cada persona sea plenamente consciente de sus palabras y de sus actos, que entienda que hace parte de un Universo que nunca muere y que requiere de su amor. Este blog es una invitación a la VIDA; también, es un testimonio de FE y ESPERANZA.