miércoles, 11 de julio de 2012

Siete Principios Básicos


El Amor de Dios es infinito, y se fundamenta en el respeto que Él tiene por cada uno de nosotros, y especialmente, de nuestras acciones, reflejo de nuestro libre albedrío.

Todos somos hijos de Dios, fruto de Su Mano y proyección de Su Amor. Quien hace un aborto o atenta contra la Vida comete un grave error, porque de esta manera atenta contra Dios. 

Todos somos un milagro que camina; somos la Vida, que siempre es divina,  y que en cada persona se hace perfecta día a día.

Como criaturas divinas, todos somos hermanos en Cristo Jesús; nuestros padres son co-creadores, es decir, hermanos que voluntariamente han cedido sus cuerpos para que Dios encarne nuestras vidas como seres humanos.

Todos somos libres y esa libertad es el mayor regalo que Dios nos ha dado: debemos entender que Dios nos Ama porque nos respeta.

La belleza natural es un regalo de Dios (menos cirugías estéticas y más cirugías reconstructivas). Cuidemos el entorno, amemos a los animales y protejamos a las especies vegetales. Ser ecológicos es ser conscientes de nuestra esencia eterna.

El conocimiento profundo es el lenguaje de los corazones.  Mirémonos a los ojos, acariciemos a nuestros seres queridos; por favor, menos tiempo para las cosas materiales, y mucho más tiempo para el espíritu. El silencio es el arte de lo profundo. No olvidemos que es mejor acariciar con el Alma.

Dios nunca nos abandona. No tengan miedo; es tiempo de Fe.

lunes, 9 de julio de 2012

Así viví mi despertar: Habitación 15 - UCI de la Clínica Colombia


El sábado 19 de noviembre de 2011 es una jornada de horror: mis padres, familiares y amigos recibien la triste noticia, por parte del excelente equipo médico que me atiende en la Clínica del Country, de la imposibilidad científica que existe en ese momento, para sacarme adelante, y permitir que mi vida continúe, dado que el aturdimiento cardíaco que padezco, y el pírrico 15% de FEVI que presenta mi corazón, no auguran ningún tipo de esperanza. Esa tarde se decide mi traslado a la Clínica Colombia, por sugerencia de uno de los integrantes del cuerpo médico, que conoce la tecnología y la excelencia de la UCI Cardio Vascular de la Clínica Universitaria de Colsánitas.

Así las cosas, luego de una reunión muy cruda, se toma la decisión conjunta, entre mis padres y los médicos, de autorizar mi traslado la mañana del domingo 20 hacia la UCI especializada. El desarrollo de los acontecimientos parece una película de acción.

Para comenzar, debo decirles que me encuentro conectado a tres torres de aparatos, que incluyen monitores y ayudas para mantenerme con vida: tubo, cánulas, catéteres, marcapasos periférico, respirador artificial, sonda, pañales, agujas, agujas y más agujas... Un Cristo que se dirige a un nuevo Gólgota, es quien sale de la Clínica del Country...

Mi hermano Felipe es el encargado, junto al Dr. Rómulo Rodado, de reconectar todos y cada uno de los aparatos a los que está atada mi vida, a la "ambulancia-ovni" en la que me movilizan. Mucha fuerza mental, oraciones y la Mano de Dios, facilitan las cosas. Efectivamente, el propio Dr. Rodado, asume la responsabilidad de la operación, y personalmente es quien me lleva hasta la UCI de la Clínica Colombia, adonde llego en estado de extrema gravedad.En pocas palabras, mi vida se mantiene artificialmente...

Después de un divertido "trancón" de ascensores, porque hay mucho movimiento en la Clínica esa tarde, ingreso al que será mi hogar durante 5 días: la habitación 15 de la UCI Cardio Vascular, lugar donde se ha dispuesto, con prontitud y calidad, la tecnología precisa para adelantar el tratamiento que requiere el paciente... ¡Tengo un hilito de vida, Dios mío!

A esta habitación llegué muerto; de esta habitación salí vivo.

El pronóstico se mantiene en la más estricta reserva, y las esperanzas se han perdido, pero ocurre lo que sólo Dios puede hacer... Empieza la vida a hacerse sentir: mi corazón es sometido a una nueva carga de medicamentos, y a la vez, se produce un prudente "destete"; vale decir, hay cambio en la formulación, a fin de estimular la reacción del órgano cardíaco, que está totalmente dormido...

Esa tarde, recuerdo haber abierto los ojos por breves segundos. Tengo muy borrosas las imágenes, pero con certeza veo al Dr. Rodado y a los médicos que asumen mi caso, todos del caribe colombiano. No obstante, producto de la violencia del infarto que he logrado resistir, vuelvo a irme. Llega la noche y no sé nada más....

Amanece. Es el lunes 21 de noviembre, y regreso a esta vida, luego de 96 horas de estar conectado a cuanto aparato existe, y de experimentar una larguísima muerte clínica, toda vez que mi organismo, sin el soporte de los equipos, es incapaz de mantenerse con vida. Las decisiones médico-científicas del equipo de la Clínica Colombia dan sus primeros frutos. 

Cuando despierto, reconozco a mi mamá y a los galenos. Confieso que es muy extraña la sensación. Me siento sumamente pesado, como un bloque de concreto que apenas puede reconocer lo mínimo. Entre tanto, me dicen que estoy entubado, que me quede tranquilo, que todo se encuentra bajo control... Muy adormilado, muevo la cabeza y se presenta, como es costumbre en estos casos, una pequeña hemorragia interna en el ojo izquierdo. Total: quedo viendo una nube roja por espacio de una semana.

Es un día de alta tensión para mis seres queridos en la Clínica. Atravesamos horas críticas. O reacciona el corazón, así sea de forma lenta, o me devuelvo a la Casa del Padre. ¡Y reacciona, lentísimamente, el bendito! En la tarde-noche de ese lunes, tengo plena conciencia del lugar donde me hallo, sobre lo delicado de mi situación y sobre lo que acaba de iniciar para mí. El tubo ha sido retirado. 

Así las cosas, agarro las riendas de esta resurrección, e inicio a dar todo de mí. En otras palabras, con disciplina empiezo a  hacer lo que me indican para empezar de nuevo... Una vez entiendo lo que estoy viviendo, el oxígeno se convierte en mi aliado definitivo. Durante 14 horas -calculo que de las 4 de la tarde del lunes 21 hasta las 6 de la mañana del  martes 22- me dedico a respirar lentamente, y recuerdo con cariño la frase que me había dicho mi querido tío Juan Manuel Collins, veintisiete años atrás, mientras paseábamos a uno de los perros que él solía entrenar por esos días, siempre con lujo de detalles y amor infinito, a la vez que conversábamos sobre la esencia del Hinduísmo y la importancia del yoga: "mi chino, la respiración es la vida." 

El tío Juancho.
                                                           

La mañana del martes 22 de noviembre es decisiva. Tengo la suerte de contar con un equipo de enfermeras que se caracteriza por su impactante belleza física y su alto nivel profesional. Además, entablo una relación sencilla, respetuosa y cooperadora de mi parte. En una UCI se respira la muerte, por eso les aseguro que lo más importante es tener Fe y un Dios con quien hablar en el silencio de las horas sin sol ni luna...

¡Qué mujeres lindas las que me atienden! Ese martes, le digo a Martha Esmeralda Melo López, una hermosura de persona, que necesito ir al baño, toda vez que ya me han sido retirados los pañales y la sonda...Han pasado 24 horas de darme cuenta en las que me encuentro...

Que a uno lo cambien en la cama, porque no se puede mover, es algo terriblemente duro. Aprendo que cuando hay enfermedad, el pudor desaparece para darle espacio al más humano respeto. Respeto que recibo y valoro con el alma y el corazón.

Marthica me baña con cuidado, su expresión siempre es solidaria.¡Qué gratitud tan grande hacia esa mujer excepcional!

Una vez termina el refrescante baño con ducha de mano, jabón esterilizado y mucho tiempo de paz y Fe, me acicalo después de seis días de estado crítico. Minutos más tarde, logro sentarme en un sillón, mullido y amable, que recibe mi existencia maltrecha, pero abierta para siempre al Infinito.