martes, 16 de enero de 2018

Conocer a Dios es muy diferente a vivir en Dios


He recibido grandes lecciones de Dios, a pesar de mi consabida terquedad. El Señor me ha permitido conocer gente valiosa, compartir espacios donde brilla la Fe y adentrarme en lecturas profundas de su Gracia.

Este 2018 es un reto de amor para mí. Confieso que estoy atravesando un período de profundas preguntas. Las respuestas son precisas e inmediatas en unos casos, cuando dependen de mi, de lo que he hecho; vale decir, de mis aciertos y errores. No obstante, hay respuestas que dependen de Dios.

Esta situación, como a varias personas les ha sucedido, demanda de mucha paciencia y confianza. Apenas comenzó Enero tuve el privilegio de conocer a una mujer que lleva más de 21 años entregada al servicio espiritual de la gente, acercándola a Dios desde una perspectiva donde la oración alegre y constante es decisiva.

Abrir el corazón, en un ejercicio de honestidad y coherencia, es la base para empezar un camino que debe llevarme a la gran meta que me he propuesto este año: vivir a Dios, no sólo conocerlo. Ese es asunto nuevo para mí. Asumo el reto y pido sus oraciones.

Debo señalar que el pasado Diciembre fue especial y diferente, pues asistí durante algunos días de la temporada navideña, al despuntar cada mañana, a Eucaristías que integraban dentro de su liturgia la Novena de Aguinaldos que tradicionalmente hacemos los colombianos en esas fechas. Fueron Misas únicas. Jamás imaginé que más de 300 personas se reunieran a las 5 de la mañana para compartir este escenario espiritual, humilde y cálido. Una maestra de Fe que el Cielo me mandó en 2016 - a quien llevo en mi alma-, fue la responsable de este milagro. Renegué y refunfuñé algunas madrugadas, pero nunca me cansaré de agradecer en silencio lo que aprendí. 

Ahora es tiempo de formarme, con el mayor rigor y coherencia posibles, como hombre virtuoso: sé que tengo mucho amor para compartir. Le pido a Dios que me permita aprender los misterios infinitos de su Sabiduría, porque deseo vivamente transformar mi realidad apoyando mis acciones, no en mis anhelos, sino en la obediencia que permite que pueda aceptar lo que Él quiere para mí. 

Que los secretos y esperanzas que guardo en mi corazón sean este año transformados en realidades felices que pueda compartir con ustedes, y muy especialmente, con la persona que el Cielo ha reservado como compañera de vida para mí. Así sea.






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