El miércoles 16 de noviembre de 2011 termina para mi después de la salida de la primera angioplastia. No recuerdo nada más; quedo en un absoluto blanco.
El jueves 17 arranca con una imagen divertida. Me hallo acostado en una camilla en el cubículo 8 de la Unidad de Cuidados Intensivos - UCI, viendo uno de mis programas favoritos de televisión: "Super Estructuras", magnífica serie transmitida por Discovery channel, que muestra las grandes obras de ingeniería civil que hoy se construyen en el planeta. Mi desayuno es frugal: un jugo de fruta y unas galletas, que regalo de cumpleaños a mi hermano menor.
Vuelve el sueño, me dejo ir, libre y feliz, pues ya he recibido la visita del padre Mauricio Uribe Blanco, mi Decano y amigo, quien me ha confesado y me ha dado la indulgencia plenaria, al mismo tiempo que me impuso sus manos y me administró los santos óleos, en ese templo mariano en el que se convirtió ese inolvidable cubículo 8. Con el tiempo, mi condición cardíaca cada vez se hace más difícil. Pasan las horas y una de las varias arritmias que me atacan, que no ha podido ser controlada del todo, provocará un segundo paro cardíaco -mucho más grave que el primero-, pasadas las seis de la tarde.
Posteriormente, viviré una muerte súbita durante 15 segundos, tiempo en el cual me veo en el rol de cadáver, pues me desdoblo y alcanzo a observar cómo el médico hace todo lo posible para devolverme a la vida. Tres electrochoques son eficazmente administrados. Inmediatamente, soy trasladado al cubículo número 4 dentro de la UCI, que es el lugar de los pacientes que indefectiblemente le entregarán su alma al Creador...
Desdoblarse y tener la posibilidad de ver este tipo de acciones, es algo que no se puede describir: sólo les puedo decir que cuando alguien se da cuenta de algo tan real, como que quien está en la camilla recibiendo la carga es él mismo, la situación es bastante extraña. No alcancé a ver túneles ni nada por el estilo. Sólo el acto médico de resucitación, y de nuevo... adentro del cuerpo. No tuve la oportunidad de experimentar ningún tipo de dolor, pues una gran cantidad de medicamentos y sedantes corre por mi venas en esos momentos.
En términos médicos, me encuentro muy próximo a ser un paciente desahuciado. Me remiten nuevamente a hemodinamia, donde me harán un segundo cateterismo para implantarme un balón de contra pulsación aórtico, a fin de permitirle a mi corazón algo de movimiento. En esas difíciles horas, mi impulso de eyección apenas alcanza un 15%, nivel que equivale a mucho menos del mínimo vital posible. La escasa sangre que bombea mi aturdido corazón apenas llega al cerebro y a las vísceras. Milagrosamente, no se ha fisurado ninguna de las paredes intracardíacas, y mi respuesta neurológica es adecuada. Al finalizar ese terrible jueves, se decreta mi muerte clínica, que se extenderá hasta el lunes 21 de noviembre, ya ingresado en la Clínica Colombia.
La cabeza responsable del equipo de la UCI en el Country, es el Dr. Rómulo Rodado, un barranquillero genial, enorme de cuerpo y de espíritu, que es, desde ese día, amigo para siempre. Las jefes, las auxiliares, el enfermero humano y humilde, que de día y de noche me trataron con dignidad y respeto, merecen mi mayor reconocimiento. Dos recuerdos que jamás se borrarán de mi memoria: entre el 17 y el 18 de noviembre, cuando pesaba más de 105 kilos - ¡alcancé a pesar 109!, hoy peso 78...- tuvieron que bañarme de noche, porque la neumonía que apareció como complemento perfecto del infarto, elevó mi temperatura gravemente. Me bañaron con agua tibia, en una gran lona que ubicaron en el suelo. No me podían mover por el enorme peso, y por la cantidad de catéteres, tubos y aparatos a los cuales estaba conectado...No obstante, lo hicieron con cariño. Gracias, de todo corazón.
El siguiente recuerdo: la imagen de la Virgen. Nuestra Señora de Guadalupe estuvo velando mi grave enfermedad, pues las enfermeras, jefes y auxiliares de la UCI, seres humanos magníficos, le preguntaron a María Cristina Collins, mi mamá, "que si yo creía en la Virgen..." "¡Pues claro!", respondió; cómo no, si mi relación de vieja data, con la Madre de todos, es conocida por mi familia entera. Bien, ella accedió agradecida, a la idea de poner esa imagen venerable en mi cubículo... Virgencita de mi vida: ¡Tuyo soy!
Entre el 17 y el 20 de noviembre, días de enorme tensión y riesgo para todos, vivo a Dios y aprendo lo que significa Su Amor. Las noticias son pésimas para mis familiares y amigos: la ciencia no alcanza...¡Valiente nueva!
La mayor parte del tiempo, estoy inconsciente, sedado al 100%. Me desconecto totalmente. Me voy del mundo y, en medio de ese tremendo episodio de salud, conozco la Vida Eterna. Estuve mitad aquí y mitad allá, porque jamás dejé de estar en presencia de Dios, por un lado; ni de dar respuesta a lo que me pedían los médicos, por el otro: "abre los ojos", "mueve los brazos", "mueve los dedos de los pies", "sigue la luz con los ojos", "Francisco, Francisco..."
Demás está mencionar que siempre, cuando tuve los ojos abiertos, vi a alguien de mi familia a mi lado: Papá, mamá, Alejandro, Felipe, Carolina, mis adorados tíos Collins, solidarios y afectuosos; a toda la prole que me vio crecer, los Tamayo de mi corazón en pleno: los hermanos de mi papá, mis primos, la gente que hace parte de mi ADN; así mismo, va mi abrazo agradecido para los Collins Soto -Lucía amorosa, Nohra impecable, Laurita y Julián, apoyando en todo lo que se necesitaba-; para los Collins Riaño -Helena, Andrés, primo, médico y sabio, y Cata, a todas horas ahí-; para los Castro Garcés -Amparito, Inés, Horacio, Luis Guillermo, César y Catalina, siempre pendientes -; para los Tamayo Garcés -Elisa, Fernando, Carolina, Pedro, Patricia y Tita, ellos también viviendo momentos duros-; para mis colegas de producción audiovisual en Video Films, Live, Heat Marketing Emocional y Alliance; y para ese gran equipo de Marketing News; todos, despidiéndose del hijo, del hermano, del sobrino y del amigo que se iba para siempre...Gracias, muchas gracias por su cariño y por su amor; por sus lágrimas, sus plegarias y sufrimientos.
También estuvieron firmes mis hermanos de Emaús: los Neira, Matthias, Juan Carlos, Fonnoll, Mario, Lucas, Santi Botero y el resto de ese combo que el Cielo me regaló en esta Tierra; personas maravillosas que hoy son parte de mis afectos del alma.
Y qué decir de mis sergistas de toda la vida: el padre Uribe, siendo apoyo moral e informando sobre mi evolución al interior de mi amada Universidad; Gloria Patricia, hermana en Cristo y amiga de siempre, con sus oraciones y cariño eternos; Mari Murgueitio, atendiendo a mis estudiantes en medio de la tormenta; profesores como Rafael Gómez, María Ángela de Gómez -muy queridos míos-, Hernando Correa, el Dr. Burgos, los Bulla, Leonor Bonilla Mesa, mi maestra de Literatura; cientos de discípulos que preguntaron en todo momento por mi. La Rengi, Nancy Enciso, tanta gente que no puedo olvidar en las Escuelas de Filosofía, Marketing, Publicidad, Política...Dios les pague.
Mención aparte le dedico a esa mujer que me ha acompañado en la Fe, con Amor, en silencio, aguantando afrentas injustas por más de diez años; la señora que me encontré en el camino, y de la cual no sé a qué horas me enamoré como un caballero medieval: alma gemela, que también es artista y chef, amante consumada y socia en el humor: sonrisa, carcajada, dulzura y abrazo mudo...
Nonecita, gracias por haber estado allí. Por ti, lo sabes bien, por esa petición en medio del llanto y de la solidaridad silenciosa de muchos angelitos que te mandaron de arriba, estoy de vuelta.
A esos angelitos, muchas gracias también...
El sábado 19 de noviembre, la ciencia médica se rinde... La junta médica plantea la opción de autorizar mi traslado a la Clínica Colombia o a la Fundación Cardioinfantil. Los equipos y la tecnología de la Clínica del Country son insuficientes. El domingo 20, a las 9 de la mañana, empieza una nueva odisea para todos.